domingo, 11 de diciembre de 2011

LA MORAL CULTURAL SEXUAL Y LA NERVIOSIDAD MODERNA ( 2ª parte )


La cultura reposa sobre la represión de nuestros instintos. Tenemos que renunciar a nuestras tendencias agresivas e intereses personales para el bien común. Es la propia sociedad la que te hace renunciar a la satisfacción de los instintos básicos, junto a la familia y la religión. La religión alaba en el hombre toda renuncia en provecho de la colectividad. Aquellos individuos de constitución indomable que no reprimen sus instintos, son considerados por la sociedad como delincuentes y declarados fuera de la ley.
El instinto sexual, o mejor dicho, los instintos sexuales se halla probablemente mas desarrollado en el hombre que en los demás animales superiores y desde luego es mucho mas constante porque ha superado casi por completo a la periodicidad de los animales. Esta energía proveniente de los instintos sexuales, es la energía con la cual el hombre lleva a cabo las tareas de su vida. Esta posibilidad de cambiar el fin sexual primitivo por otro no sexual, es lo que designamos con el nombre de capacidad de sublimación. Contrastando con esta facultad de desplazamiento, que constituye su valor cultural, el instinto sexual también es susceptible de fijaciones que lo degeneran y produce las llamadas desviaciones o perversiones sexuales.
La energía sexual, también llamado libido, varía en cada persona, así como su capacidad de sublimación. Esto depende de ciertas constelaciones familiares, educativas que hacen que unas personas sublimen más fácilmente que otras sin por ello enfermar. Sin embargo, el instinto sexual no se puede sublimar en su totalidad y si no encuentra su lugar de satisfacción, luchar contra él siempre es causa de daño mental.
El instinto sexual humano no tiene como único fin la reproducción de la especie, sino determinadas formas de la consecución del placer. En la niñez, el instinto sexual también se manifiesta en la consecución del placer ( a través de la masturbación ) y si no se educa dicho instinto en el niño, difícilmente podrá aprovechar su energía para estudiar u otras tareas propias de su edad. Con el desarrollo del instinto sexual, se pasa del autoerotismo ( masturbación ) a la búsqueda del amor y de la sexualidad con los otros. Una parte de la excitación sexual se destina a la reproducción y otra parte se inhibe del fin reproductivo para la consecución de placer y otra parte se sublima para obtener de esta sublimación la energía necesaria para labores culturales ( trabajar, fundar una familia, crear, etc… )
Mucha parte de las energías utilizables para la vida social, tiene su origen en la represión de los elementos perversos de la excitación sexual.
Si nos atenemos a estas fases evolutivas del instinto sexual, podemos distinguir tres grados de cultura: uno, en el cual la actividad del instinto sexual va libremente más allá de la reproducción. Otro, en el que el instinto sexual queda coartado en su totalidad, salvo la parte puesta al servicio de la reproducción y un tercero, en el cual sólo la reproducción legitima es considerada y permitida como fin sexual.  ( continuara )

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